lunes, 14 de noviembre de 2011

Mi mejor amigo



Hace 15 años que recorro las calles de Pereira, durmiendo en cada esquina de las calles menos concurridas y cuando llueve busco refugio debajo de puentes en donde no tuviera peligro y no arriesgara mi vida a pesar de todo el que corro diariamente.
Mi único amigo es mi perro Dumas. Lo adopté porque lo vi solo buscando comida en los desechos que deja la gente de un restaurante del centro. Llamé al perro para darle un pedazo de pan que guardé desde ayer, una vez lo hice, no se despegó de mi lado en todo el día. Una semana después, se convirtió en mi mejor amigo, aunque no es de raza, más bien como una mezcla de labrador negro, con ojos de Lobo Siberiano, su cola y patas peludas como las de un Chau Chau, mejor dicho, una rara y hermosa combinación de los más finos perros que existen.

El mejor regalo de su vida

Un mes de nacido tenía su hijo cuando la madre empezó a padecer una extraña enfermedad que apareció tras abrirle la puerta al marido que llegó borracho a las 3:00 de la mañana. Magnolia estaba muy débil después de realizar un parto muy delicado y tenía que cuidarse haciendo dietas y sin realizar muchos esfuerzos ni moverse demasiado. La enfermedad siguió avanzando sin dar espera a que su hijo creciera. Germán al enterarse de que su esposa estaba enferma, hacía lo posible por curarla comprándole los medicamentos que el doctor le recetaba. Cuando su hijo fue bautizado a los dos meses con el nombre de William Monsalve Montoya, la enfermedad de la madre dio punto final a su vida sin dejar ningún recuerdo en la memoria de su pequeño hijo.