Hace 15 años que recorro las calles de Pereira, durmiendo en cada esquina de las calles menos concurridas y cuando llueve busco refugio debajo de puentes en donde no tuviera peligro y no arriesgara mi vida a pesar de todo el que corro diariamente.
Mi único amigo es mi perro Dumas. Lo adopté porque lo vi solo buscando comida en los desechos que deja la gente de un restaurante del centro. Llamé al perro para darle un pedazo de pan que guardé desde ayer, una vez lo hice, no se despegó de mi lado en todo el día. Una semana después, se convirtió en mi mejor amigo, aunque no es de raza, más bien como una mezcla de labrador negro, con ojos de Lobo Siberiano, su cola y patas peludas como las de un Chau Chau, mejor dicho, una rara y hermosa combinación de los más finos perros que existen.